EL TOMATE Y EL LICOPENO

EL TOMATE Y EL LICOPENO

El tomate es probablemente uno de mis alimentos favoritos. No sólo por su delicioso sabor y su versatilidad sino también por los múltiples beneficios que aporta a nuestra salud.

 

Es originario de América, fue descubierto por los españoles que fueron a México, allá por el siglo XVI. Pertenece a la familia de las solanáceas y es considerado indistintamente como fruta o verdura, aunque desde el punto de vista de la botánica, el tomate es una fruta. Hoy en día, es uno de los protagonistas  de nuestra dieta mediterránea y una importante fuente de vitaminas y minerales en la dieta. Se han llegado a cultivar más de 10.000 variedades de esta fruta, cerca de un 10% en nuestro país.

 

En comparación con otras frutas y verduras el tomate tiene poca fibra. También contiene pocas calorías y mucha agua. En cuanto a los minerales que aporta, cabe destacar el contenido en potasio, en fósforo y magnesio. En cuanto al resto de características nutricionales podemos decir que destaca por su alto contenido en vitaminas antioxidantes como la vitamina C, A y E. Tomando 100 gramos de tomate al día casi completamos la mitad de las necesidades de vitamina C diarias. También destaca su aporte en vitaminas del grupo B, como la B1, B6 y sobre todo de ácido fólico. Concretamente, la vitamina A se encuentra en forma del precursor es decir como betacaroteno y betacriptoxantina. También contiene otros carotenoides como la luteína y zeaxantina que protegen nuestra visión y reducen el riesgo de sufrir degeneración macular y cataratas.

 

La salsa de tomate

Pero probablemente una de las grandes virtudes del tomate es su contenido en licopeno, otro carotenoide. El licopeno es el pigmento responsable de su característico color rojo. Este compuesto fitoquímico presente en el tomate, aunque también en la sandía, la guayaba y la papaya, favorece nuestra salud cardiovascular, el buen estado de los huesos y es un componente con potencial anticanceroso.

 

Todos los productos hechos a base de tomate son susceptibles de ser alimentos ricos en licopeno. Un concentrado de tomate, un puré , el ketchup y la salsa de tomate pueden llegar a contener entre 10 y 30 mg de licopeno por cada 100 grs de producto frente a los 3 mg que presenta un tomate crudo. Por lo que incrementaremos el aporte de éste, si tomamos el tomate cocinado mejor que crudo.

 

Ésto es así, ya que para hacer estas salsas normalmente utilizamos calor y grasa (aceite de oliva). Por un lado, el calor favorece la rotura de las células del fruto y permite una mejor extracción del licopeno. Por otro lado, las grasas aumentan después su biodisponibilidad mejorando la absorción por parte de nuestro organismo. Por lo tanto, la salsa de tomate es la mejor opción para optimizar la absorción de esta molécula. Es por eso que no podía poner mejor receta en este blog que la de la salsa de tomate.

 

Otro aspecto importante es la variedad de tomate. El tomate pera maduro contiene diez veces más licopeno que otras variedades y se encuentra principalmente en la piel, por lo que te recomiendo que a la hora de triturar la salsa lo hagas con batidora y no por un pasapurés. De este modo, conservarás la piel del tomate y aportarás más licopeno al plato.

Y como siempre, el tomate cultivado al aire libre y que ha madurado en la planta y ha sido recolectado cuando ha completado su maduración contiene una mayor cantidad de licopeno que aquel que ha sido cultivado en invernadero o que ha sido recolectado antes de estar maduro.

 

Y después de todo ésto, ¡ya sólo te queda ponerte manos a la obra con tu salsa de tomate casera!

 

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